Algunos podemos verlos...

Mi madre me contó una historia que no he podido olvidar jamás... 

Era verano del 67´ y dormía con mi hermana en la misma habitación pero en camas separadas. Mi hermana siempre ha tenido mucho miedo y yo me reía de ella. Una noche cualquiera me pedió que durmiéramos juntas porque tenía miedo, y yo la dije que no sin más y bajé a la planta de abajo a por un vaso de agua, cuando volví a la habitación y vi la cara de mi hermana se me cayó el vaso rompiéndose en mil pedazos...mi hermana estaba blanca, tiritando y salía vaho de su boca, no podía creer lo que estaba pasando y mi reacción fue ir corriendo a abrazarla porque pensaba que se desmayaba; cuando estaba entre mis brazos yo la dije: -"No pasa nada, tranquila" y ella me contestó en un susurro, -" no te muevas... nos está mirando, está ahí de pie". Me giré de inmediato y no vi nada, ella me dijo que era el tío Manuel y yo me quedé helada, y solo pude decir...pero si está muerto (le mataron en un coto de caza y tiraron su cadáver a un zarzal). 

Al ver que mi hermana no reaccionaba me metí en su cama, la abracé y la dije: - "no le mires, deja que se vaya". 

A la mañana siguiente nada más llegar mis padres y sentir que entraban en casa les gritamos para que subieran. Les contamos todo lo que pasó entre lágrimas y sobresaltadas, y mi madre dijo: - Vale, vale...tranquilas, calmaos un poquito; bajó las escaleras y habló con un hombre que se decía que hablaba con los muertos, ese hombre llegó por la tarde y nada más entrar dijo unas palabras que se me marcaron de por vida...- "en esta casa una niña de 9 años necesita ayuda"...se trataba de mi hermana, era increíble, difícil de creer, pero acertó y escuchamos con atención sus palabras contándonos todo lo que teníamos que hacer. 

A la mañana siguiente seguimos las instrucciones al pie de la letra: Salimos de madrugada a la calle a recitar unas palabras que no recuerdo bien, sé que comentaban algo de Nuestro señor Jesucristo pero no lo recuerdo exactamente. La cosa iba de tal forma que cuando salías de la casas recitabas la oración dando pequeños pasos y cuando volvías a entrar en la casa terminabas la oración entrando con el mismo pié que habías salido, y de esta manera durante nueve días completabas la novena...y así fue como mi hermana dejó de ver esas cosas. 

Desde ese día no me he vuelto a reír de todo este pequeño mundillo, porque sé que están ahí, y algunos podemos verlos. 

(Historia verídica: Julio de 1967) 

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